Friday 25 November 2011

Pablo eligio Noviembre


Antes de morir se puso los guantes de trabajo; los mismos que calzó para ayudar a tantos a resolver esas cosas simples y cotidianas que se nos atraviesan en la vida; y las arregló con profesionalismo y prolijidad. Y se ganó un montón de amigos: si algo tuvo de sobra en su vida fueron amigos.
No le alcanzó. Había algo más en la cuenta del debe.

El deber ser lo mató. Le aplastó la cabeza con una bruma de la que nunca pudo salir.
Seguramente cuando le dijeron: “serás esto, pero no serás aquello”, le dejaron un sello, una marca, unas anteojeras, un corralito del que no pudo salir nunca mas.
Se debatió hasta el hartazgo con esa telaraña pegajosa con que se empeñaron en cubrirlo. No pudimos hacer nada, no alcanzó la luz de nuestras linternas, ni los manotazos en medio del mar bravío de impotencia.

Ya sabemos, los padres hacemos y decimos barbaridades y por ello seremos juzgados, pero hay poca conciencia y muchas veces sin mala intención. Es sólo lo que pudimos hacer en ese momento.
En la vida, el trabajo es deshacer la madeja de los mandatos. Y nunca tejer una red que entrampe a la descendencia.

Pablo, mi hermano, se puso los guantes de trabajo y apuró el trago veloz de cicuta casera, dejó una carta de letras desparejas y nos dijo adiós a todos los que lo quisimos de verdad, y también a los otros. A los que nunca entendieron que Pablo caminaba en la bruma, y hacia falta acompañarlo.

Le gustaba tomar mate, y disfrutamos muchas pavas, en invierno y en verano. Sentados en la mesa de mi cocina o en el living de su casa. Hicimos un par de viajes épicos siempre con su termo, el mate y su sonrisa ancha.

Su carcajada era un cascabel, y sus bromas memorables. En realidad siempre dejó escapar al niño sin importarle donde estaba. Reímos hasta llorar, a veces con una ironía que pocos podían entender.

Lloramos juntos muchas veces: la tarde en que encontró su pececito muerto en la jaula de vidrio, cuando le conté de su hermana en cana, cuando murió mamá, el día de mi exilio y la ultima vez cuando me despedí en el Plumerillo.
En el medio hubo muchas otras lagrimas y abrazos: Pablo era un tipo sensible y no le costaba expresarlo.
Lo dolía mucho la vida porque la vivía intensamente. Por donde pasó dejó una huella, una marca. Su mirada y su mano amplia y generosa.

Nació 8 años después de mi llegada al mundo; alguien se equivocó pensando que me robó un lugar de privilegio en la familia, Pablo era el chiquitín, yo no podía serlo,  lo supe cuando ocupó una cuna muy pequeña en la habitación de mis padres.  Mi rol había cambiado, a esa edad aprendí a cambiar pañales y al hacerlo dormir aprendí que ser responsable de otros le da valor a la vida propia.

A Pablo le falto esa lección en el manual del conocimiento.

Cuando los mayores se fueron de la casa, quedé como hermano mayor. Que responsabilidad! Mucho tiempo después supe que en esos años bolsiqueaba mis pantalones para sacar algún billete para sus gastos extras y a veces mirábamos La Pantera Rosa y a Pierre Nodoyuna en la tele.

Compartimos el amor por la música, y podíamos quedarnos largos ratos en silencio escuchando rock nacional o música coral. Mucho después decidió participar en un coro.


En los ultimos años fue socio mayoritario de todas las empresas de telefonia celular: compró y repartió telefonos a hermanos y hermanas, amores y conocidos, amigos y no tanto. Se encargó de armar una red de comunicacion que alimentaba con llamadas y mensajitos a toda hora. Cuando su credito estaba por terminar me llamaba para gastar los ultimos cartuchos, siempre jugado con las ultimas instancias.

Para quienes estuvimos cerca o lejos, con intensidad o de costado, para quienes lo conocimos en sus pequeñas grandezas y sus grandes debilidades; el vacío será difícil de llenar.

Para sus amores truncos, para quienes decidieron acompañarlo por un año o dos,  o un trecho importante de su vida; para las mujeres que sedujo con su galantería y su magnifica alegría, Pablo será único, nada nuevo; pero también una imagen difícil de igualar.

Para quienes quieran reparar las culpas por lo que podríamos haber hecho, por lo poco que hicimos; nos queda la certeza que debiéramos repensar nuestro rol en la vida: aprendemos a ser lo que somos mirando a los otros, y poco sirve lo que decimos y de máximo valor lo que de nosotros se ve.

A algunos les tocará darle un lugar al afecto que ya no tendrán, a lo mejor permitiéndole entrar y haciéndole un lugar en el corazón, que en algún punto pensamos podría no haber merecido.

Para Pablo fue difícil soportar el peso de la vida, muchas veces intento, pero el martes a la noche puso empeño y terminó con su angustia de no poder más.

El jueves salió el sol con una luz intensa, iluminando zonas oscuras, poniendo calor donde antes no había. La energía de Pablo tiene algo que ver con esta nueva luz.

Querido hermano Pablo gracias por todo lo que seguis generando.

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